Si queremos “agarrar al toro por los cachos”, es decir, si
realmente somos revolucionarios y no reformistas, en lo que a este asunto del
reciclaje y el consumismo se refiere; debemos atacarlo desde la raíz.
Debemos comenzar por educar a la población. Hay que
enseñarles a consumir a través de políticas diseñadas de maneras coherentes e
implementadas de forma sistemática, valiéndonos de todos los medios y estrategias
posibles y no solo con mensajes publicitarios epilépticos y sosos que ni de
refilón tocan el origen del problema. Leyes sobran, recursos los hay,
“expertos” en el tema los hay; lo que al parecer escasea es la voluntad
política, el compromiso revolucionario. Vayamos por partes.
El modelo consumista, propio del capitalismo, no admite
reformas que solo buscan minimizar los
impactos ambientales. Hay que demolerlo.
De nada vale incentivar el reciclaje cuando no existe la infraestructura para
el mismo. ¿Reciclar qué? y ¿para qué? ¿Acaso se articula lo que consumimos con
lo que reciclamos? No tenemos nada en contra de su práctica, el asunto está en
que lo han convertido en ideología, en la acepción marxista del término.
La Unesco - por sus siglas en inglés – declaró el 17 de mayo,
como el día mundial del reciclaje, lo cual hace que en dicha fecha se celebre
en casi todo el mundo con actividades que van desde vestir niños y niñas con
trajes hechos con bolsas de plástico, hasta la elaboración de las infaltables
lámparas con latas de refresco.
En lo que a nuestro país se refiere, también le hacemos
comparsa. Se realizan cine foros, talleres donde se enseña a crear insectos de
latón, flores con desechos plásticos, debates sobre la Ley de Gestión Integral
de la Basura (?) – sí, no escribimos mal, así denomina esta Ley a los desechos
sólidos – torneos deportivos, en fin de todo un poco, pero de lo medular del
asunto nadita de nada, o sea, ¿qué nos hace reciclar? Continuamos confundiendo
la gimnasia con la magnesia.
Debemos comenzar por modificar nuestros patrones de
producción y de consumo. De nada vale que usted recicle mil botellas plásticas
en una semana si la industria produce cientos de miles de botellas al día. Son
sueños de la fantasía, parafraseando al poeta Andrés Eloy Blanco. Si usted es
de los que le gusta reciclar, pues, hágalo; pero para aprender a reciclar
primero hay que aprender a consumir.
Le sugerimos que cuando vaya a comprar un producto, antes de
hacerlo, piense unos segundos que otra utilidad
podría darle al envase una vez consumido, claro esto no aplica con todos
los productos. El reciclaje es un asunto de educación, más que de moda, de allí
que no existan fórmulas mágicas, de esas que aparecen en revistas domingueras.
Lo que queremos con esta “conversación” entre usted y nosotros, es que no se
convierta en una persona más de esas que creen que, separando los desechos
sólidos en bolsas de diferentes colores estas llegarán incólumes a su destino.
No. Todas esas lindas bolsas que usted tuvo la paciencia de clasificar según el
desecho, al llegar a Las Mayas o a La Bonanza, peor aún, al entrar al camión
recolector; se mezclarán en una sola masa.
Qué bueno sería que nuestro Gobierno Revolucionario creara la
Misión Consumo Consiente, así nos educamos todos, no decimos que de vez en
cuando compremos uno que otro “cachivachito”, pero de vez en cuando y, no todo
el tiempo como ya es nuestra mala costumbre.
Revertir esta realidad consumista es una larga y dura batalla
que hay que dar desde ya. Quién dijo que hacer es la revolución es fácil.
Ahora, si la cosa es continuar haciendo lamparitas de lata que a la semana
siguiente arrojamos al camión del aseo, solo hay dos caminos: reforma o
revolución.
Si bien el reciclaje es una alternativa para enfrentar el
grave problema en que se ha convertido la creciente generación de desechos
sólidos, debemos ir más allá y no dejarnos
entrampar por el discurso que nos lo vende como la gran solución.
Recordemos las palabras de Paulo Freire “Las acciones a corto plazo, solo
redundarán en soluciones a corto plazo”.
En tanto no abordemos este problema
con profundidad, mientras no aprendamos
a leer las entrelíneas del discurso capitalista, jamás podremos asumir la
transformación radical de la sociedad. Es el consumismo impuesto por el modo de
vida capitalista que nos atiborra con sus desperdicios, para luego, muy
astutamente, vendernos en un mismo paquete el problema y la “solución”. Te hace
consumir sin freno y luego te “enseña” a reciclar. Si bien no todo reciclaje es
malo, todo consumismo sí lo es. Así que a ver quién recicla a quién.
Henry Rojas
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